Los cazatalentos del Sub 20.

17 de agosto de 2011

Los cazatalentos del Sub 20.


Cualquiera pagaría millones por ver sus libretas de apuntes o leer los informes que realizan cada noche en sus habitaciones de hotel. Pero todo su trabajo es una especie de secreto industrial. Van por los estadios del mundo buscando los jugadores más talentosos para ficharlos en los equipos que representan, y el Mundial Sub-20 que se realiza en Colombia es uno de esos eventos obligados en sus agendas repletas de viajes.

Un torneo que congrega a las mejores selecciones juveniles del mundo es el lugar perfecto para encontrar a las figuras que marcarán el futuro del fútbol. Los jugadores lo saben y hacen todo para lucirse en esta vitrina única para sus vidas. Y aquellos que buscan hacer negocios y quedarse con los mejores toman atenta nota de cada muchacho, de cada jugada.

En este mundo se mueven, grosso modo, dos grandes grupos: los cazatalentos que prestan sus servicios para los equipos profesionales, y aquellos empresarios que buscan representar jugadores y gestionar contratos por los cuales cobran comisiones. No hay un dato exacto sobre cuántos vinieron a Colombia al campeonato, pero entre los expertos de este mercado los estimativos están entre 200 y 250 personas, entre unos y otros.

Apenas se sortearon los grupos y se definieron las subsedes, cada uno empezó a armar su itinerario, eligiendo meticulosamente qué partidos y qué selecciones querían ver. Los cazatalentos (les dicen scouts en inglés) llevan indicaciones claras de los clubes sobre qué tipo de jugador buscar. Los empresarios buscan toda clase de talentos con la certeza de encontrarles un equipo que pueda interesarse en ellos. Es una gran bolsa, un mercado que la FIFA abre dos veces al año –del 1º de diciembre al 31 de enero y del 1º de junio al 31 de agosto) y que mueve cientos de millones de dólares solo en transacciones de jugadores.

Para los críticos este negocio es similar a la compra y venta de esclavos, donde los que se lucran son los empresarios y los intermediarios con jugosas comisiones, y los clubes que se quedan con las ganancias cuando se realizan las transacciones de jugadores por cifras a veces astronómicas. El futbolista, como siempre, no es el que más gana.

Para los empresarios, se trata de una de las muchas unidades de negocio que ofrece este deporte que mueve la afición más grande del mundo (700 millones de personas vieron la final del pasado Mundial de Suráfrica) y que le permite a un jugador moverse en el mundo futbolístico en mejores condiciones económicas y laborales que hace unos años.

Sobre el terreno de juego las cosas son a otro precio. Jugadores de países de América Latina o de África solo ven la oportunidad de convertirse en estrellas, de brillar en los mejores equipos del mundo, de salir de la pobreza y de consagrarse como ídolos de las multitudes.

La mejor oportunidad está en Europa, un mercado que paga bien y que recibe de buena gana a los extranjeros talentosos con el balón. Según el Observatorio de Futbolistas de Europa, de los 2.660 jugadores profesionales que hay en las cinco principales ligas europeas –Inglaterra, España, Italia, Alemania y Francia– un poco más de 800 son extranjeros.

Sandy Byers, cazatalentos del Blackburn Rovers, club inglés con 136 años de tradición en la Premier League, llegó a Colombia con instrucciones claras del entrenador Steve Kean de buscar jugadores latinoamericanos. No tienen ninguno en su nómina, por ahora, y parece que después de este Mundial podría tener varios. En medio de su reserva, le confesó a CROMOS que tiene en la mira a varios jóvenes de Colombia, Costa Rica y México.

No revela nombres, como era de esperarse. Lleva 32 años en este oficio y uno de sus hijos acaba de terminar su carrera futbolística en el Manchester United. Diplomático y sonriente, prefiere hablar de la hospitalidad de Colombia, de la excelente organización del Mundial, y del buen nivel técnico del torneo.

Su compatriota Mel Johnson, cazatalentos del Liverpool, con más de 25 años de experiencia en Tottenham y Newcastle, no suelta prenda. Admite que le interesan los latinoamericanos, pero aclara que está abierto a observar buen fútbol sin importar la nacionalidad.

Sandy es más directo cuando se le pregunta por los jugadores latinos: “Cuando fuimos a Ecuador al Suramericano Sub-17, nos motivó mucho ver a los muchachos deseosos de jugar, de mejorar. En este continente todavía está arraigada la cultura del fútbol, de jugar en los parques. En Europa, en cambio, se está perdiendo la esencia de fútbol de barrio”.

Lo que más les gusta de los jugadores de esta parte del mundo es la vistosidad del juego y la garra. Pero a la hora de calificarlos evalúan aspectos como la contextura física, la fuerza, si usan las dos piernas y la inteligencia. “No basta con jugar bien, deben tener cabeza”, enfatiza Mel.

Su método de trabajo parece simple. Ven los partidos, analizan a los jugadores y luego presentan informes a sus clubes en los que clasifican a los futbolistas en categorías que van de la A a la D con la siguiente calificación: D es mala; C, hay que hacerle seguimiento; B, debe ser observado en el corto plazo; y A, hay que ficharlo de inmediato. Sus informes son técnicos. Ellos no pueden hacer transacciones ni ofertas por los jugadores. Es el gerente deportivo el que negocia con el jugador o con su representante.

Para cumplir con su tarea en este Mundial Sub-20 vieron 18 partidos y analizaron más de 350 jugadores, así que ya no parece tan simple como al principio. Aún así su trabajo puede despertar envidia en más de un aficionado: ven fútbol cada hora de su existencia, viajan por el mundo buscando a los mejores y, nadie lo duda, ganan buen dinero.

Pero para ellos es mucho más: “Hay que trabajar con pasión –dice Sandy–. La reputación es lo más importante. Si traes un buen jugador, te va bien y ganas prestigio, pero si te equivocas, pierdes”. Ese es su patrimonio, su buen ojo para descubrir los futbolistas que tienen talento, actitud y que además se adapten al exigente fútbol inglés.

Su itinerario en Colombia fue bastante agitado. Llegaron el 28 de julio y al día siguiente volaron a Medellín, regresaron a Bogotá, viajaron a Manizales, nuevamente fueron a Medellín, después Armenia, otra vez Bogotá, luego Pereira y terminaron su itinerario el domingo 7 de agosto. Mel viajó a Londres a ver el partido Nigeria-Ghana que finalmente se pospuso por los disturbios en la capital inglesa, y Sandy para Holanda y Ucrania, buscando jugadores profesionales.

En sus agendas tienen pendiente volver a este lado del planeta para ver Suramericano Sub-15 en Uruguay, en noviembre. Y tal vez, sólo tal vez, volverán a ver más de cerca a algún jugador que se quieran llevar para Inglaterra.

Cortesía: EFE


Mel Johnson, Scout de Liverpool; Ricardo Pachón, empresario colombiano, Juan Pablo Espinosa, ecuatoriano, y Sandy Byers, scout del Blackburn Rovers, en Bogotá.

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