Crónica: Como una vez lo imagine

24 de enero de 2013

Crónica: Como una vez lo imagine



Larga crónica de un hincha azul, nos hace un repaso de sus recuerdos y el titulo 14 de Millonarios. En Noticias Millos publicamos el sentimiento de la hinchada embajadora.

-CRÓNICA

Como una vez lo imaginé.

Algunas veces recordamos con nostalgia, otras veces recordamos con necesidad, incluso en ocasiones recordamos con tristeza. Pero esta vez, por primera vez en la vida, recuerdo con la mano pegada al corazón.
Recuerdo muy bien el 10 de diciembre de 1994. A mis escasos 10 años de vida llegaba a una ciudad distinta a la mía. Con gente distinta a la mía, con costumbres ligadas a la idiosincrasia, idiosincrasia que no era la mía. Había llegado ese 10 de diciembre a una ciudad llamada Barranquilla.

No era para menos, mi semblante de niño 'rolo' en aquellos días causaba un frenesí en el colegio
en el que me tocaba estudiar. No solo por mi acento, ni mi fisonomía distinta a aquellos costeños y menos por mis hábitos ajenos a los suyos, no. Fue porque era y soy hincha de un equipo que no es de esa tierra. Amante, seguidor y enfermo por el más grande del futbol colombiano: Millonarios.


Recuerdos y más recuerdos

Hacía unas semanas en ese mismo año 1994 Millonarios había perdido el título ante Atlético Nacional, solo por una diferencia de 0,25 puntos de bonificación. Injustamente como en 1989 y frente al mismo rival. Una vez más el más veces campeón se quedaba sin el título. Fue ahí cuando comenzó el sueño. Fue la primera vez en mi vida que seguí a Millonarios en una definición de un título: tenía apenas 10 años y mi mente empezaba a maquinar, a hacerse ilusiones, a querer festejar como loco, a querer contarle a mis nietos como mi equipo del alma contaba sus estrellas hasta llegar a la 14, de la misma forma que mi abuelo lo hacía conmigo.

Realmente el verdadero protagonista de esta crónica no soy yo. Es el, mi señor abuelo de 76 años y uno de los pocos en Colombia que han podido ver a Millonarios coronarse desde 1949 hasta el 2012: Víctor Manuel Ramírez.

Pero sigo con mi historia, porque ese 10 de diciembre de 1994 me baje del avión que me llevó desde Bogotá a mi 'nueva ciudad'. Ciudad que me entregó mucho pero que nunca me quito el amor a Millos, al contrario lo acrecentó aun más. Recuerdo que cuando Millonarios perdió el título de ese año mi abuelo me recordó que si iba a vivir a una ciudad distinta lo único que debía tener presente era que supiera de donde venia, de donde era y a quien amaba.


El comienzo de la promesa

Desde ese momento me prometí que alguna vez tendría que ir a abrazar a mi abuelo para darle
gracias por este sentimiento, por esta pasión, por este amor. Tenía que volver a abrazarlo cuando la estrella 14 se encumbrara en el cielo bogotano. Una promesa que empecé a imaginar.

No fueron fáciles mis 7 años viviendo en Barranquilla. Conservaba mis amigos y mis costumbres pero siempre rayaba en la polémica cuando me encontraba con un juniorista y me hacían chistes estúpidos y comparaciones ridículas como: '¿yo ya vi a mi equipo campeón y tú?' o 'Millonarios quedaba campeón solo cuando jugaban cuatro equipos'. En esos momentos me llenaba de orgullo y valores de juicio para hacer de esos señalamientos mis oídos sordos.

Se me erizo la piel cuando en 1996, Millonarios anunció tal vez a uno de los últimos ídolos de la hinchada: el argentino Ricardo Gabriel Lunari. No solo me alegre cuando llegó, porque traía grandes pergaminos en la U Católica. Me alegre más aun cuando supe que su debut iba a ser en la ciudad que me había adoptado unos meses atrás. Recuerdo ese día y Millonarios llego al Metropolitano con una deuda a cuestas, condenado a enmendar errores, obligado a dejar atrás la nefasta campaña de 1995 donde casi nos vamos al descenso en un mano a mano imperdible las últimas fechas cuando el sacrificado para jugar el ascenso fue el Cúcuta Deportivo.

Esa tarde me fui para el 'Metro' como le dicen allá. Acompañado de un amigo de mi mamá y su hijo, obviamente hinchas del Junior. Con mi camiseta patrocinada por cerveza Leona y confeccionada por la marca Torino, entraba a oriental alta. Muy cerca de la parcialidad de Millonarios que venía desde Bogotá y muy lejos de la del Junior afortunadamente.

Un baile tremendo les dio el argentino en su debut. Caños, ochos, toques de primera, desmarcaciones rápidas, piques fulminantes y llegadas con demasiado peligro pusieron el 1-0 como a los 20 minutos del primer tiempo. No recuerdo quien anotó, creo que fue Flaminio Rivas o Jhon Mario, no sé. Lo único que sé es que fue mi primera vez para ir a ver a Millos fuera de El Campín.  El baile fue tal que el partido había terminado tres a cero a favor del azul, y como no, los elogios para 'El Mono' no se hicieron esperar.

Aun desempolvo y miro con nostalgia la página casi amarillenta del diario 'El Heraldo' al día siguiente del triunfo de Millos ante 'El Tiburón'. 'Millonarios con Lunari, goleo al Junior 3-0', reza el titular de primera página del diario barranquillero con foto incluida del festejo de los jugadores de Millos luego de uno de los tres goles.


Lleno de nostalgia

Sin embargo en esos 7 largos años que estuve lejos de mi abuelo, de mi familia, del Campín, de mi ciudad, pude llevar en mi mente los recuerdos de cada partido que escuchaba por Radio Mar Caribe, la radiodifusora de la costa que de vez en cuando transmitía partidos de mi equipo. Podía recordar las anécdotas que mi abuelo me contaba cuando veía a su Millonarios del alma por allá en los cincuentas, sesentas o setentas. Me relataba de Di Stefano y su magia goleadora, sus chilenas, su orden para jugar, su velocidad endiablada y la facultad que tenía para no tirarse al suelo cuando driblaba adversarios y estos le caían a patadas.

Me hablaba de anécdotas como cuando Millonarios en 1975 jugó un amistoso en una gira que hizo Unión de Santa Fe a Bogotá. En Unión atajaba el legendario arquero Hugo Gatti. En un tramo del partido que Millos gano 4-1, el portero argentino se sentó literalmente en el travesaño del arco norte de El Campín ante el asombro y admiración de los que fueron al estadio, incluido mi abuelo. Miguel Ángel Converti lo vio sentado en el palo a más de 35 metros de distancia y quiso hacerle un gol desde semejante lejura. Al momento, el portero se incorporó en su posición y detuvo el remate de Converti. Esas y muchas anécdotas más hacen parte de la memoria prodigiosa de mi abuelo.

Eso sin dejar de lado en su mente los goles de Willington, las jugadas de Klinger, el orden de Pedernera o las gambetas de Sekuralak. Todo eso y más recuerdos me los enseño mi abuelo, solo
el.  Me enseño a amar a Millos, a quererlo en las buenas y malas. ‘Es que yo a Millonarios no lo quiero, yo lo adoro’, es su frase favorita, ¡qué grande!.

Alucinaba yo cuando escuchaba sus historias, también los fracasos y penurias que tuvo que vivir al lado del radio y la televisión cuando llevaba más de 20 años sin regresar al estadio. 'Yo vi a Millonarios ser el mejor equipo del mundo, todos se preparaban para ganarle y ahora no voy al estadio porque me da piedra que cualquier equipito le gane acá en Bogotá'. Esa era la corta pero sincera reflexión que me daba cuando le preguntaba el porqué llevaba tanto tiempo sin ir al coloso de la 57.

Sus silabas de alegría y llanto a la vez al recordar ese Millonarios-Botafogo de 1964. La selección brasileña de Chile 62 integraba al equipo de Rio de Janeiro que llegaba a Bogotá a disputar un partido amistoso. 'Compre la boleta desde el viernes y me fui a las 10 de la mañana al palacio del colesterol a tomar cerveza y comer rellena.

Esa fue la única vez que llore en el Campin y no precisamente de felicidad' Millonarios se fue ganando el primer tiempo por 3-1, el arquero de Botafogo y la selección brasileña, Gilmar, entro llorando al camerino luego de los primeros 45 según me cuenta mi abuelo. Al terminar los 90 el resultado había sido nefasto: Botafogo dio una remontada histórica y le gano a Millonarios 6-5. Ahí fue cuando mi abuelo, ese que siempre me mostro el amor por el club, lloro por primera vez por ver perder a Millonarios.

Son muchas, muchas las anécdotas que mi abuelo me ha contado del equipo. Pero son más las que guardo en mi memoria. Como un miércoles en la noche, en julio del 2000. Millonarios llegaba nuevamente al Metropolitano a jugar contra el Junior. Esa noche no fui a verlo. Lo seguí por la televisión.  Fue la única vez en mis siete años en esa ciudad, en la que no fui a verlo al estadio. Me dolió, me arrepentí, llore por haber dejado solo al equipo ya que los que recuerden esa nefasta noche mi equipo amado caía estrepitosamente por 5 a 0 frente a los barranquilleros. 

Ese instinto asesino de dolor y frustración por no haber ido al estadio se incrementaron al día siguiente cuando llegue al colegio y todos mis amigos (que eran de la barra Frente Rojibanco Sur) hacían gala de sus cinco dedos de la mano para saludarme y recordarme lo que había pasado la noche anterior. En momentos como ese volvía a recordar que tenía una deuda con Millonarios, con la historia, conmigo mismo y más aun con mi abuelo. Los años pasaban y los torneos también.

Me cansaba de ver campeón a todo el mundo, los rojos, los verdes, los costeños, los provincianos, los del descenso y también los que haciendo trampa alzaban la copa en el último minuto, como en 1996. Copa que solo le pertenecía a Millonarios y que se la arrebataban aquellos que nunca hacían meritos y que solo con la ausencia del azul de 24 años se pudieron crecer.


Nuestra gran diferencia

Continuaron pasando torneos, regrese a mi ciudad luego de siete años y en mi mente seguían los recuerdos del Millonarios de 1999. Con las 29 fechas de invicto, con Chitiva pintándole la cara a todos, con los goles de Tilger, los tiros libres de 'La Guama' Cardona y las lágrimas de los rivales cuando Burgues atajaba un penal. Recordaba cómo le habíamos ganado al Unión Magdalena en junio del 95 y nos sacábamos una sequia de más de 10 partidos sin victorias. Le hacíamos 'moñona' al descenso en ese año y el que se iba era el Cúcuta luego de un 6-1 ante el Cali en la misma fecha donde un gol de Marcio Cruz se arrinconaba en la red del arco sur del Unión Magdalena en el Campin. Aproximadamente 18 mil espectadores llegaron ese día al estadio para apoyar a Millos. Yo desde mi radio rogaba al Altísimo para que ganáramos y no escribiéramos una página tormentosa en nuestro dorado libro por muchos años.

Al final Millonarios se alzo con la victoria, uno a cero le ganamos al 'Ciclón' y nos habíamos salvado del descenso luego de la derrota del Cúcuta en su estadio ante el Cali a falta de dos fechas. Me preguntaba yo, ¿como podían 18 mil hinchas ir a un estadio a ver a un equipo que no gana hace 10 fechas, que tenía pinta de descendido, que no jugaba bien y más aun un miércoles en una fría noche?  La respuesta la tuve cuando grite de felicidad cuando se acabaron los 90 minutos, ahí supe que esos 18 mil que estaban en el Campin tenían el mismo amor que yo, la misma pasión, la euforia y todos esos ingredientes que nos hacen únicos en Colombia y diría yo que en el mundo entero también.

Si mis recuerdos siguen funcionando se me viene a la cabeza el Millonarios del 2002, el del 'arroz con huevo’ ¿recuerdan? El del 2003 que nos saco de una final un cabezazo de Milton Rodríguez en el último minuto contra el Cali. La copa Merconorte del 2001 con atajada incluida de Dudamel. Todos esos recuerdos siempre estuvieron acompañados de mi abuelo, que seguía ahí, inclemente ante los desafueros de 24 años de sequia y decadencia. Mi promesa estaba imberbe para esperar cumplirse y en algún momento sabia que se haría realidad.


Se consuma la ilusión

El día que asumió Richard Páez como nuevo DT de Millonarios supe que comenzaba una nueva era, sabía que los fracasos decían adiós, mantenía la esperanza de poder decir 'este año si fue'.

Días después vi llegar a Mayer, Osorio Botello, 'Ganiza' Ortiz, 'Caracho’ Domínguez y Toloza entre otros más. Fueron llegando los resultados, pero a su tiempo. Un equipó empezó a formarse, con una nueva identidad con jugadores que se volvían insignias como Toloza, Candelo y Cichero. Otros que se consolidaron como héroes con sello propio: el caso de Rafa Robayo que adquirió su mejor momento en el club a finales del 2011. Sin embargo, cada que veía un partido con mi abuelo, sentía que no estaba completo, que le faltaba algo y que debía hacer algo para que el, que

siempre le dio su aval al equipo, se lo otorgara de nuevo.   Una vez mi tío me conto que alguien le dijo a mi abuelo: 'El día que Manuel vuelva al estadio Millonarios es campeón'. Alguna vez le propusimos a mi abuelo que volviera al estadio, pero su nerviosismo ante el resultado, la entrada al mismo y ciertos asuntos de comodidad terminaron por declinar nuestra propuesta.

Mi abuelo seguiría viendo a Millonarios por televisión.  De hecho ya llevaba más de 35 años asistiendo ininterrumpidamente a cuanto cotejo Millonarios participara.  Su última visita a El Campín había sido en 1988.

Llego la temporada 2012.  El clásico en la primera fecha y con un equipo base pero sin ya Richard Páez como DT. Ahora asumía Hernán Torres, el gran responsable, el técnico número 30 desde Luis García en 1988, con la responsabilidad a cuestas de dibujarle una sonrisa en diciembre a 8 millones de hinchas en el territorio nacional y a un gran puñado de millones más alrededor del globo terráqueo.

Las nuevas caras como Rentería y Román Torres, prometían un equipo que complementara y superara los hecho en 2011. Todo comenzó bien, con el clásico 2-0. Luego en la victoria en Neiva y en el Campin con La Equidad ponían a soñar a miles de hinchas y en especial a mi abuelo y a mí.  Cada tanto en los almuerzos del sábado en la casa de el tocábamos el tema. 'Me gusto el partido de Millos'  me decía el viejo para iniciar una tertulia que duraría varios minutos evocando la victoria conseguida y sacándome nuevamente una anécdota de años atrás que reposaba en su memoria.

En ese momento, ahí me di cuenta que el sueño no estaba lejos. Aunque mi abuelo no contemplaba volver al Campín a ver a Millos, si veía en él una luz de esperanza, lo veía tranquilo, conforme, feliz y a gusto con el sueño que en el inicie y quería terminar en el pasado diciembre.

Pasaron muchos partidos, incluido el golpe bajo en Madrid, que solo sirvió para darnos ánimos, garra y temple. Le toque el tema a mi abuelo, sin embargo no se amilanó ante los ocho goles que recibimos. 'Ningún equipo en Colombia se ha dado el lujo de jugar en el Bernabéu, solo Millonarios'.  Fue lo que me respondió luego de abordarle el tema. Sin esbozar preocupación alguna y como solía hablar de tranquilo cuando veía a Millonarios en la época de ‘El Dorado’.

Cada día, la ilusión llegaba con más fuerza. Al pasar los partidos consumaba más mi sueño, mi promesa, mi ilusión que empecé a forjar desde el 10 de diciembre de 1994. Pasaron más partidos: el clásico con el gol de Mayer, la victoria en Cartagena, los triunfos contra Quindío y Cúcuta y el agónico triunfo en Ibagué.  Eso sin contar los periplos que el equipo tenía de 'capotear' al jugarse la vida en liga y suramericana al mismo tiempo. Eso nos hacía más grandes, eso me hacía pensar con mas ahínco que el sueño era posible, muy posible.


Llego la hora

16 de diciembre, 2:45 de la tarde y me alistaba en la casa familiar con todos mis parientes para iniciar algo que la costumbre de la familia Ramírez llevaba desde antes que yo naciera. Iniciábamos ese día la novena de navidad enfrente de un pesebre. Todos allí reunidos, toda mi familia, toda azul, con camisetas, banderas y un corazón repleto de esperanza. Y a mi izquierda, sentado con sus manos en las rodillas, estaba el.  El hombre que desde los 4 años me comenzó a enseñar este amor entrañable, a defenderlo con fuerza, a ilusionarme cada nada, cuando ganábamos o perdíamos. Rece esa novena con dos peticiones especiales a nuestro padre que está en cielo: una de ellas era levantar la copa en esa noche especial.

No pude ir al estadio ya que las boletas escaseaban, a cambio de eso me sentaría al frente del TV a verlo con toda mi familia, mas de 20 personas estábamos pegados ahí. Hacía mucho tiempo no veía un partido completo sentado al lado de mi abuelo y mi abuela. Luis Sánchez dio el pitazo inicial, me persigné, hice una oración a mi padre celestial y enseguida mire a mi abuelo, le toque la mano y lo mire a los ojos. No necesitamos decirnos nada en ese instante para saber que nuestro amor por este equipo había pasado límites, sus sueños eran los míos, su ilusión era la mía, mi deseo era abrazarlo al final y darle gracias luego de los 90 minutos.

Si preguntas a cualquier hincha de Millonarios cuales fueron los minutos más angustiantes de su vida te van a decir que fueron aquellos en la definición por penales. ¿Cuántos gritos guardados?, ¿cuánta ilusión frustrada?, ¿cuántas lágrimas de furor y tristeza derramadas en 24 años? Todo esto tendría respuesta en el momento en el que en el arco sur, Luis Enrique Delgado Mantilla, el bumangués, el que había recibido ocho goles en el Bernabéu, el hombre que tenía a su esposa luchando contra un cáncer, el mismo que hacía unos meses atrás parecía irse del club a buscar nuevos rumbos, le atajaba el penal a Andrés Correa.

En ese momento me tire al piso, lágrimas rebeldes rodaban por mi cara, se me pasaron muchas cosas por la mente. Un 'flashback' inmediato me recordó las afugias que tenía que pasar para ver a Millos en Barranquilla, las burlas inconscientes de aquellos que ignoraban la grandeza, los partidos fallidos de jugadores que no sudaban la camiseta, las tardes donde no hacia tareas para escuchar Radio Mar Caribe en su señal deteriorada solo para saber de mi Millos, las veces en que odie a cualquiera que hacia señalamientos estúpidos hacia el más grande de Colombia, la Merconorte, la suramericana 2007 y 2012, el penal atajado de Ciciliano, el gol de Lunari a Higuita en el 96 o el de Osman López al América en el 94.

Esas cosas y muchas más pasaron por mi mente en tan solo 30 segundos o más, no lo sé. Me levanté y veía a mi alrededor a mis primos, amigos, familiares, celebrar como nunca había visto festejar algo a alguien. Mire hacia atrás y este hombre, al que he hecho referencia en todas estas líneas estaba afuera fumándose un cigarrillo y con los ojos empapados.

Ahí en ese instante supe que había cumplido mi sueño, mi ilusión, lo que hacía 18 años atrás había imaginado.  Abracé a mi abuelo como nunca lo había abrazado, lo besé como nunca lo había besado y le susurré al oído con mi cara empapada en lágrimas: 'gracias por hacerme hincha de Millonarios, gracias por enseñarme a amarlo como tú, gracias por estar aquí. Te amo’.

Nos abrazamos en un símbolo de amor, de pasión, para cumplir un sueño que tenía guardado abajo de la almohada. Ya casi un mes y medio después, escribo esta crónica con los ojos a punto de llorar, con la misma alegría de ese día, con la piel de gallina, con el recuerdo intacto de esos instantes de júbilo y gloria.

Luego vinieron las llamadas de mis amigos a felicitarme y la luego la llamada de la mujer que amo, la mama de mi hijo, la mujer que siempre había estado ahí pero que en ese momento por cosas de la vida no estábamos juntos. Recuerdo que lo primero que me dijo fue: 'te felicito, has cumplido tu sueño de niño, me alegro por ti'. Mi llanto no me dejaba hablar, no me dejaba decirle que también la amaba y que hubiera dado todo por compartir con ella ese momento, pero el Señor en su infinita sabiduría así lo había dispuesto.

Millonarios salió campeón, alzo la copa y dio la vuelta. Un acontecimiento que muchos habíamos esperado toda la vida. Nunca un titulo estuvo en mejores manos, nunca ninguna hinchada le había dado tanto a un club, nunca nunca ningún equipo había sido tan trascendente en una conquista de este tipo. Claro, solo Millonarios.

Hoy veo de nuevo los videos de esa noche no solo para recordar lo que paso. Los títulos llegan y se van, pero lo que realmente importa es con quien los compartas. Yo puedo decir que lo compartí con el que me enseñó, con mi abuelo, como cuando tenía 10 años, como una vez lo había imaginado.

Siempre he sido tuyo, lo digo con orgullo, Millonarios de mi amor.

Cortesía: Dario Lozano Ramírez.


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1 comentarios:

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Chente delete enero 24, 2013 7:26 a. m.

Dario;gracias por tu muy emotiva crónica, y a tu abuelo un abrazo azul.Tu abuelo es un hermoso ejemplo de como se debe amar a millos y nosotros los hinchas de ahora debemos convertirnos en los bastiones para que las nuevas generaciones sientan la misma pasión azul que nos invade.

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