Era el 16 de julio de 1950, la final del Campeonato del Mundo. En el estadio Maracaná, habían 250.000 personas anticipando el festejo. El país entero convencido de la victoria de su equipo, los periódicos, a falta de los detalles, ya tenían preparadas las portadas. Millones de camisetas con la leyenda ¡Campeón del mundo! se hallaban listas para ser vendidas tras el pitido final del árbitro. Souvenirs y baratijas se amontonaban en las estanterías de almacenes y puestos callejeros. Innumerables fiestas barriales y domésticas sólo aguardaban ese estridente sonido arbitral para estallar en toda la nación.
Pero oh, sorpresa, Brasil cayó humillado frente a su publico 1-2 ante Uruguay. Obdulio Varela, el capitán uruguayo de ese equipo capaz de dejar a Brasil con la fiesta lista sentenció la épica victoria con sus palabras: «Ahí arriba hay 250.000 personas gritando, pero son de palo. Aquí abajo somos 11 contra 11» Además, dijo: «Ellos tienen 200.000 personas, pero no tienen esto» (y aferró la camiseta uruguaya). «No miramos a la tribuna. El partido se juega abajo. Ellos son 11 y nosotros también. Este partido se ganó con los huevos en la punta de los botines».
Para los aficionados brasileños la victoria uruguaya fue una tragedia, comentada como la peor derrota deportiva del país. Se cancelaron los preparativos de una celebración que era obvia para muchos. Desde entonces la palabra Maracanazo ha quedado como expresión de derrota o desastre imprevisto, para los brasileños.
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